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INSTITUTO DE LOS ANDES

LA CONVIVENCIA NO ES SENCILLA

Elizabeth Phipps R. / Jaclin Campos
 
 
CONVIVIR CON PERSONAS DE IDEOLOGÍAS DISTINTAS NO SIEMPRE RESULTA SENCILLO

SANTO DOMINGO.- Fulano y Mengano son amigos desde hace diez años. Se conocieron durante las clases de bachillerato. De modo espontáneo, la amistad fue creciendo hasta lo que es hoy día: una relación sana, de fuerte lazo fraterno. Aunque tengan sus diferencias en ciertos aspectos de la vida, no se halan de las greñas. Simplemente tienen puntos de vista distintos que comparten y que en algún momento generan debate entre ellos, mas no alejamiento.

Entre Sutana y Perengana la situación fue distinta. Son hermanas, la primera es sólo un año mayor que la segunda, pero en el pensar y actuar son disímiles. Por ello consideraron que no debían pasar de un trato cordial, es decir, no pasar de los “Hola, ¿qué tal?” y demás cumplimientos de las buenas maneras que dicta Carreño.

Y en el extremo están X y Z, que ni se pueden mirar a la cara, pese a que son padre e hijo, ya que entre ellos la solución adecuada, según sus criterios, fue la radical separación.

Estos tres ejemplos representan casos que se dan en el mundo. Y es que las ideologías tienen el poder tremendo de unir o separar a individuos y grupos. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es total “responsabilidad” de las ideologías? ¿Qué hay de la actitud de las personas? ¿Cómo lograr equilibrio? ¿Cómo conservar relaciones significativas pese a la variedad ideológica? Para la socióloga y trabajadora social Mildred Dolores Mata, las diferencias ideológicas son necesarias para los grupos sociales.

Fortalecen la objetividad, la crítica y la autocrítica para crecer -explica-. Enriquecen el pensamiento, dan mayor libertad, honestidad y fortalecen la autenticidad.

El lado oscuro se revela cuando surgen los conflictos y rupturas. Las causantes son, en la mayoría de los casos, las diferencias religiosas, políticas y culturales; la orientación sexual (heterosexuales que no aceptan a homosexuales, por ejemplo); choques de género, raciales y étnicos.

Divergencias se hallan en cualquier ambiente. Esto es lógico. Nos movemos entre grupos y referentes muy variados.

Por eso, “tendremos distintos tintes emocionales para percibir, captar y sentir la realidad, de acuerdo a vivencias, personalidad, intereses, objetivos, clases sociales, entre otros factores”, dice Mata.

Si tu vecino es musulmán y tú cristiano, tu pareja carnívora y tú vegetariano, tu padre perredeísta y tú peledeísta (o viceversa)... ¿quién dice que no pueden convivir en total armonía?

Quienes lo logran no sólo conservan relaciones importantes; también enriquecen su vida. Se trata de personas que respetan a los demás, poseen inteligencia emocional, son sensibles ante las emociones propias y ajenas, y están acostumbradas a la comunicación asertiva. ¡Su autoestima les permite vivir con diferencias!

Pero ¿hasta qué punto se debe negociar para llegar a acuerdos y dejar a un lado las diferencias? “Pienso que los límites deben estar en no negociar lo que genera sufrimiento y exclusión a parte de la humanidad”, afirma Mata.

RUPTURA

Los “distintos”
Intolerancia, baja autoestima, egoísmo, deseo de control, de dominación y manipulación, autoritarismo, bajos niveles educativos... estos y otros factores inciden para que algunas personas o grupos sean más proclives a las rupturas de relaciones, por el simple hecho de no pensar del mismo modo.

Esos desacuerdos aparecen también entre jóvenes. La socióloga y trabajadora social Mildred Dolores Mata asegura que se dan más entre muchachos y muchachas víctimas de la escasez, miembros de gangas y otros grupos violentos, que son excluidos porque aparentemente no hay mecanismos de logros e integración para los “diferentes”.

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