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INSTITUTO DE LOS ANDES

CREO QUE ME ESTOY VOLVIENDO MAYOR

Por Rogelio Fernández Ortea

Y digo esto porque en las últimas semanas estoy empezando a sentir cosas que yo oía a mis mayores, cosas que hacían referencia a echar de menos otra forma de vivir, otra forma de ser, de recordar tiempos pasados. De echar de menos, en mi caso, la educación, la urbanidad, la cortesía, la politesse, como dirían los franceses.

Me resulta complicado entender cómo dos personas que se cruzan por un pasillo solitario, solas ellas dos en un corredor tan estrecho que casi obliga al roce al pasar, no se saludan, sólo esquivan la mirada y pasan sin reconocerse como personas con un saludo. Me produce tristeza cuando entro o salgo de un vestuario, de una sala de dentista o donde diantre (s) me encuentre con otras personas y que mi saludo se quede huérfano de respuesta, despojado de uno de sus fundamentos, de una de sus ilusiones, de una contestación afable, educada, de un simple hola o de un adiós. Me produce “rabia” cuando entro en un comercio y la persona que está dentro del establecimiento, supuestamente para atender al cliente, para satisfacerle, para entablar una relación de venta con él, conmigo, se da la vuelta justo en el momento en que me ve, con una expresión de indiferencia, incluso, en algunas ocasiones, de desagrado diría yo, y me deja solo en la entrada de la tienda, de la oficina, de la recepción, con la sonrisa helada en mi boca. Siento mucha pena cuando veo que hoy en día se te estropea el coche en la mitad de la ciudad y nadie te presta su apoyo para retirarlo de la calzada... y tengo que dar gracias a Dios de no tener esos jefes o jefecillos que entran a sus puestos de trabajo sin un “buenos días... ¿cómo estás?” o un simple hola, personas que no son capaces de reconocer, con un saludo, la presencia de las personas que trabajan bajo su dirección.

Por lo tanto, y como no entiendo este momento en el que nos cuesta reconocernos los unos a los otros, que nos cuesta aplicar una serie de normas de comportamiento, de cortesía de los unos con los otros que nos feliciten la convivencia y las relaciones sociales, echo de menos los tiempos pasados, mi tiempo pasado. Un tiempo en el que cuando te cruzabas con una persona no ya en un pasillo estrecho sino a campo abierto nos saludábamos amablemente, con júbilo, con la alegría de cruzarte con un semejante. Un tiempo donde las personas que estaban en los comercios te saludaban, te sonreían, establecían una relación contigo, con el cliente, conmigo. Un momento de mi pasado donde quedarte tirado con el coche significaba la oportunidad de disfrutar de ser un ser humano ya que de forma inmediata varias personas se acercaban a ayudarte a empujar el coche. Una época donde todas estas cosas, la educación, la cortesía, se enseñaban en la familia, en la escuela, se practicaban continuamente con los amigos, con los profesores, con la familia, con los demás congéneres... normas de comportamiento y valores que hacían referencia al respeto, al civismo, a la educación, al compañerismo... a ser buenas personas.

Y con estas reflexiones, no es de extrañar que ha veces me pregunte si todo esto de la Inteligencia Emocional no tiene que ver con sólo con esto: con gestionar nuestros comportamientos para generar en los demás una emocionalidad positiva, unas sensaciones agradables que faciliten las relaciones, que faciliten la convivencia social, familiar y laboral... Pero tengo que confesarles que otras veces, como decía al comienzo, pienso que simplemente eso... que me estoy haciendo mayor y echo de menos mi tiempo... mi pasado... y que ya tengo que empezar a refugiarme en los recuerdos de un tiempo pretérito que fue mejor... para mí...

Y a ustedes...¿les ocurre lo mismo?...¿Tienen a veces las mismas sensaciones?...¿Qué opinan?

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