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INSTITUTO DE LOS ANDES

EL EQUILIBRIO ENTRE LA RAZÓN Y LA EMOCIÓN

Fernando Linares
flinares@ciudadanodiario.com.ar

Muchos aciertos, como fracasos ya hemos experimentado a través de nuestro vivir, más, en ambientes dinámicos, en donde se manifiesta día a día el que las emociones afloren, que dependiendo como estamos preparados para ello, obtendremos resultados que nos favorezcan o nos afecten.

Es importante a la edad que tiene al leer este escrito, se detenga a reflexionar cómo ha venido manejando, gobernando sus emociones o éstas lo han hecho por usted.

Sorprenderse inatento en el manejo de nuestras emociones pudo habernos conllevado a situaciones que dejaron huellas determinantes en nuestra conducta, comportamiento, personalidad, seguridad, buscando la forma de como recuperarnos y alcanzar esos niveles de armonía, felicidad, realización a la que tenemos derechos.

Sobre las vivencias que genera el adentrarse en el manejo de las emociones, se ha escrito en abundancia, no obstante muchos no le han prestado la atención requerida par sacarle provecho a esta atención.

Justamente sobre este tema, se sabe que esta sociedad de las “buenas maneras" y el control social han hecho de nosotros auténticos robots de las apariencias. Se ha perdido la espontaneidad.

La buena espontaneidad. También se ha abordado la inteligencia emocional como la habilidad básica de las personas para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa. Como también la capacidad para asimilarlos y comprenderlos adecuadamente.

Desarrollando la destreza para regular y modificar nuestro estado de ánimo o influir respetuosa y magnánima en el de los demás. En la inteligencia emocional se contemplan cuatro componentes: percepción y expresión emocional. Se trata de reconocer de manera consciente qué emociones tenemos, identificar qué sentimos y ser capaces de verbalizarlas. Una buena percepción significa saber interpretar nuestros sentimientos y vivirlos adecuadamente, lo que nos permitirá estar más preparados para controlarlos y no dejarnos arrastrar por los impulsos.

-Acompañamiento emocional, o capacidad para producir sentimientos que acompañen nuestros pensamientos. Que lo acompañen, no que lo subsuman o lo dominen. Si las emociones se ponen al servicio del pensamiento nos ayudan a tomar mejor las decisiones y a razonar de forma más inteligente. Más racional. El cómo nos sentimos va a influir decisivamente en nuestros pensamientos y en nuestra capacidad de una elaboración (deducción) lógica.

-Comprensión emocional. Hace referencia a entender lo que nos pasa a nivel emocional, integrarlo en nuestro pensamiento y ser conscientes de la complejidad de los cambios emocionales. Para entender los sentimientos de los demás, hay que entender los propios. Cuáles son nuestras necesidades y deseos, qué cosas, personas o situaciones nos generan determinados sentimientos, qué pensamientos propician las diversas emociones, cómo nos afectan y qué consecuencias y reacciones facilitan. Empatizar supone sintonizar. Es ponerse en el lugar del otro, poder captar sus sentimientos, ser consciente de ellos. Hay personas que no entienden a los demás no por falta de inteligencia, sino porque no han vivido experiencias emocionales o no han sabido elaborarlas comprensivamente.

Quién no ha experimentado la ruptura de un amor o el sentimiento de pesar por la pérdida de un ser querido, es difícil que se haga cargo de lo que sufren quienes pasan por esa situación. Incluso cuando se han vivido por experiencias de ese tipo, si no se ha hecho el esfuerzo de vivirlas de manera explícita aceptándolas e integrándolas, no estarán suficientemente capacitados para la comprensión y elaboración emocional inteligente.

-Regulación emocional, o capacidad para dirigir y manejar las emociones de una forma eficaz. Es la capacidad de evitar respuestas incontroladas en situaciones de ira, provocación o miedo. Supone también percibir nuestro estado afectivo sin dejarnos arrollar por él, de manera que no obstaculice nuestra forma de razonar y podamos tomar decisiones de acuerdo con nuestros valores. También de acuerdo a las normas sociales y culturales.

Estas cuatro habilidades están ligadas entre sí en la medida en que es necesario ser conscientes de cuáles son nuestras emociones si queremos vivirlas adecuadamente
En conclusión, aprender a vivir es aprender a observar, analizar, recabar y utilizar el saber que vamos acumulando con el paso del tiempo. Esto se consigue solamente reflexionando sobre lo que se vive, no se trata de “meterle para adelante", sino de equilibrar acción y reflexión sobre lo actuado. Esto para posibilitar aprendizajes y permitir un procesamiento experiencial de los hechos que nos ha tocado vivir. Para convertirnos en personas maduras, equilibradas, responsables. También felices en la medida de lo posible, lo cual nos exige también saber distinguir, describir y atender los sentimientos. Y eso significa contextualizarlos, jerarquizarlos, interpretarlos y asumirlos como experiencia y responsabilidad propia. Porque cualquiera de nuestras reflexiones o actos en un momento determinado pueden verse contaminados por nuestro estado de ánimo e interferir negativamente en la resolución de un conflicto o en una decisión que tenemos que tomar.

De nosotros depende cómo debemos de saber manejar las emociones, nuestros sentimientos, de tal forma que nos den esos resultados que nos merecemos mientras permanecemos con vida.

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