Doris Gibson: El volcán azul

"Doris con su nieto (Foto: Archivo Caretas)"

En 1950 Lima era una ciudad de unos 650.000 habitantes. Apacible, católica y muy conservadora, la ciudad empezaba un proceso de modernización bajo el mando del presidente, general Manuel A. Odría, un nacionalista de mano dura.

Las mujeres no votaban y la capital aún no tenía su Estadio Nacional. Pero vientos de cambio soplaban fuerte. En medio de una fiebre presidencial por las construcciones monumentales que empezaron a cambiar el rostro de la capital peruana, una mujer fundó una publicación que, a decir de muchos, transformó el periodismo en este país.

Esta semana Doris Gibson, la fundadora de Caretas -la revista de análisis y actualidad más antigua del Perú- habría cumplido 100 años (el 28 de abril), y para rendir homenaje a su memoria se inauguró una exhibición en el Museo O'Higgins, en el centro de la ciudad.

Seductora

Llamada "El mundo azul de Doris Gibson", la muestra hace un repaso a la ajetreada vida de esta mujer, dominante, altanera y terriblemente seductora - según las varias descripciones que se han hecho de ella.

Su único hijo, Enrique, que en su momento tomó la dirección de la revista y que sufrió el exilio en más de una oportunidad, le dijo a BBC Mundo que el legado más importante de Doris (no soportaba que la llamen mamá o abuela) es el de haber "abierto todo un territorio en su época, en el sentido que no sólo se independizó de ciertas normas sociales, sino que logró crear un medio de comunicación que dura hasta ahora".

Gibson había nacido en 1910 en medio de una familia burguesa y bohemia. No había cumplido los 20 años cuando ya posaba para los artistas de la época.

Cuando funda Caretas, a sus 40 años, ya se había divorciado del padre de su hijo, había amado de manera pública y escandalosa, y se había convertido en la musa de uno de los mejores pintores del país, Sérvulo Gutierrez, quien la pintó repetidas veces.

No es de extrañar que ella, a quien muchos gustaban de comparar con el Misti, el volcán de su amada Arequipa, encarnase en esos momentos un aspecto de la modernidad a la que aspiraba el país.

Si bien fue el gobierno del general Odría el que despertó su olfato por un periodismo crítico, fue quizás el gobierno militar de los años 70 el que le sirvió de escenario para la etapa más agitada de la revista.

En total, Caretas fue cerrada ocho veces, requisada en innumerables ocasiones y su director de entonces, su hijo Enrique, fue enviado al exilio en más de una ocasión.

Anécdotas

Las anécdotas abundan sobre la musa de gran vozarrón, fumadora empedernida (dos cajetillas diarias a los 90 años), que no se amilanaba ante el poder, y que se enfrentó cara a cara en más de una oportunidad a los generales de turno.

En uno de los muchos obituarios que se escribieron cuando su muerte en 2008, a los 98 años, el diario El Comercio la describió como una "piedra enorme en la bota para dictadores militares, defensora implacable de la libertad de expresión..."

Y si su mundo exterior fue tan volcánico como lo describen quienes la conocieron, su mundo interior fue siempre pintado de azul. Un mundo que compartió con sus cinco nietos, uno de los cuales, Marco, es hoy el director de la revista.

Para él, Doris "fue libre y defendió la libertad" y según le contó a BBC Mundo, "Caretas fue una expresión de su innata curiosidad por el Perú, su fascinación por sus gentes, y su desprecio de los autoritarismos".