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INSTITUTO DE LOS ANDES

SISTEMA MOR: EL OPTIMISMO

Tener una actitud positiva, hacer frente a los problemas desde una óptica optimista, y buscar el lado amable de las situaciones, había sido hasta hoy, comprobado por diversos estudios, una excelente manera de evitar complicaciones cardiacas. Hoy, una nueva investigación sugiere que esta forma de vida puede además ser beneficioso al momento de proteger al cerebro de infartos, también conocidos como ictus, y derrames.

Así lo han evidenciado los investigadores de la Universidad de Michigan en un estudio observacional realizado con 6.044 adultos de unos 50 años, según lo publicado por el diario El Mundo de España.

"Los resultados sugieren que el efecto del optimismo en el ictus no es atribuible a otros factores psicológicos de riesgo para la enfermedad cardiovascular como la ansiedad, hostilidad, depresión, personalidad neurótica, pesimismo y un bajo afecto positivo", explica los autores en su estudio, que ha sido publicado en la revista 'Stroke'.

"Investigaciones previas habían sugerido que ser pesimista o tener unas emociones positivas bajas y pasajeras estaban asociadas con un menor riesgo de ictus", sin embargo, esta es “la primera vez que se demuestra una correlación entre optimismo y este trastorno”.

La noción de optimismo se opone al concepto filosófico de pesimismo. El optimismo al igual que la esperanza significa tener una fuerte expectativa de que, en general las cosas irán bien a pesar de los contratiempos y de las frustraciones. Como valor, es la idea del ser humano de siempre tener lo mejor y conseguirlo de igual manera, a pesar de lo difícil de algunas situaciones siempre encontrar el lado bueno y obtener los mejores resultados. Desde el punto de vista de la inteligencia emocional, el optimismo es una actitud que impide caer en la apatía, la desesperacion o la depresión frente a las adversidades.

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La historia de el término optimismo surge del latín "optimum": "lo mejor". El término fue usado por primera vez para referirse a la doctrina sostenida por el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz en su obra Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal (Amsterdam, 1710), según la cual el mundo en el que vivimos es el mejor de los mundos posibles.

Comúnmente se cree que Voltaire fue el primero en usar la palabra en 1759, como subtítulo a su cuento filosófico Cándido (en el que se burla en casi cada página de la idea de Leibniz). Ciertamente Voltaire fue el primer personaje famoso que usó aquella palabra en el siglo XVIII y quizá también el que la popularizó; no fue, sin embargo, su inventor. El término "optimismo" aparece por primera vez, en francés (“optimisme”), en una reseña de la Teodicea publicada en el magazín de los jesuitas franceses Journal de Trévoux (no. 37), en 1737. En ese mismo año, el filósofo y matemático suizo Jean-Pierre de Crousaz repitió la palabra en un examen crítico del Ensayo sobre el hombre de Alexander Pope. Aquellos primeros usos, como el posterior de Voltaire, fueron burlones. En 1752, el Dictionnaire universel de Trévoux aprueba el término; diez años después, la Academia francesa lo incluye por primera vez en su Dictionnaire. El término es usado por primera vez en inglés ("optimism") en 1743 por el británico William Warburton, en una respuesta al examen de Crousaz arriba mencionado. Por su parte, los primeros en usar el término en alemán ("Optimismus") fueron Gotthold Ephraim Lessing y Moses Mendelssohn, en su escrito Pope: ¡un metafísico! de 1755.

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