“Cuando trabajamos en alguna empresa importante, usamos el nombre de la misma para conseguir respuestas favorables y rápidas. ¿Qué haremos cuando no estemos más en esa empresa?”.
Chichí Páez
Usted ha tenido varias veces la oportunidad de usar su nombre para conseguir un contacto, negocio u oportunidad, pero generalmente agregando el apellido de su empresa.
En el mundo corporativo en que vivimos, el “apellido organizacional” hace una gran diferencia. Cuando llama por teléfono a una empresa, lo primero que le preguntarán es “¿Gerardo..., ¿de dónde?”.
No es lo mismo “Gerardo, gerente de Finanzas de empresa Prosperidad”, que “Gerardo” sin ese apellido.
He visto casos dramáticos en los que el apellido organizacional llega a sobreponerse al nombre personal, y el sujeto termina cediendo su nombre a la empresa.
Es más dramático cuando “Gerardo” es despedido de la empresa. Él tendrá que responder a la pregunta “¿De dónde?” y no tendrá “apellido” que mencionar. Antes, “Gerardo de la Prosperidad” era conocido, las puertas se le abrían, su contacto telefónico o por e-mail era respondido, la atención en el banco o con un proveedor era muy fácil. “Gerardo” era importante porque representaba a ese potencial de la “Prosperidad”.
En síntesis, cuando “Gerardo” deba abandonar la empresa y presentarse en el mercado, su nombre vale muy poco y debe recurrir -muchas veces- a su ex apellido organizacional. “Soy Gerardo, ex gerente de Finanzas de la empresa Prosperidad”.
Trate usted de incursionar en una financiera, banco o en una multitienda para pedir un crédito sin tener un apellido organizacional acompañado de una liquidación de sueldo. No pasarán unos minutos antes de ser declarado persona non grata.
Esto llega al colmo cuando los clientes y proveedores no se acuerdan de usted, no le devuelven los recados y lo desconocen.
Así como una empresa gasta muchos recursos en consolidar su marca, un profesional tiene que estar preocupado (o mejor, dedicado) por consolidar su nombre desde el primer momento en que comienza a trabajar (no importa dónde ni para quién). El nombre de cada uno de nosotros “es” y debe ser “una marca registrada”, bastando sólo mencionarlo para saber quién se es dentro del medio en el cual uno se maneje. Mejor si es en otros medios.
En el Evangelio de San Juan está escrito que la primera providencia que Jesús de Nazaret (el más grande de todos los líderes: ¡dividió la historia en dos lonjas!) adoptó al iniciar su vida pública fue hacer que el pueblo creyera en su nombre. Los milagros llegaron después.
La construcción de una carrera exige en estos tiempos la construcción de un nombre. Las personas exitosas, de las cuales me recuerdo, siempre comienzan una conversación con su propio nombre, sin utilizar su apellido organizacional, porque en su medio ya son conocidos por sus talentos y realizaciones.
¿Tienen esas personas un nombre porque son exitosas? ¿O son exitosas porque tienen un nombre?
Un momento de indefinición en una carrera profesional es aquel período en que una persona se considera, al mismo tiempo, muy vieja para tentar y muy joven para desistir.
Muchos atribuyen el desarrollo de su carrera a ser conocidos por su experiencia. Pero existe un malentendido en lo que se refiere a la experiencia. Muchos la traducen como años de trabajo en una empresa o función. Pero “experiencia” es lo que sobra en el mercado. Por eso es que (de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda) la experiencia vale poco. En realidad, muy poco y cada vez menos.
No es lo mismo 20 años de experiencia que un año de experiencia repetido 20 veces. ¿Cuál es su caso?
Ahora, la experiencia es medida por resultados en una empresa o en un emprendimiento. Quien pasa años haciendo lo mismo no adquiere experiencia. Adquiere óxido (negritas y subrayado por el autor de este espacio). Experiencia real es transformar conocimiento en resultados prácticos para sus objetivos.
Si usted está pensando en crear un nombre que lo identifique, debe tratar de crear valor. Si está desde hace más de tres años en la misma actividad y todavía no sucede algo, eso es señal razonable de que nada va a suceder en los próximos tres años.
Piense en eso.
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(*) El autor del escrito que ha servido como fuente para este texto (que se diferencia del original en algunos elementos) es Fernando Vigorena Pérez M.S. (director ejecutivo de Entrepreneur Consultores Gerenciales Ltda., USA) |
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