ARTE IMPOSIBLE
artelista.com - Caminos que no llevan a ninguna parte, arquitecturas impracticables donde el visitante acaba en el techo, ciudades ideales que nunca se construyeron, paisajes surgidos de una imaginación muy fructífera, o infinitas y futuristas torres que compiten con la gravedad, lo cierto es que la fantasía forma parte de la magia de la creación. El arte, en ocasiones, da una vuelta de tuerca más a su capacidad de generar nuevos mundos y acaba conduciéndonos a escenarios cuyo fin no es otro que el de abrir nuestra limitada percepción del mundo, superando incluso aquello que la naturaleza nos dicta como imposible. Y es que la inspiración artística juega con los dictados de sus propias reglas en una dimensión donde todo puede suceder.
El arte puede entenderse como un vehículo de expresión y un lenguaje universal capaz de albergar lo sublime, además, frecuentemente ha sido utilizado como pretexto para plasmar escenarios inverosímiles y fantasear con la posibilidad de otras realidades: una suerte de escapismo hacia el asombro y la estupefacción de lo imposible. A menudo se han ideado parajes sorprendentes, perspectivas insostenibles, figuraciones absurdas que, permitiendo al espectador despojarse de los corsés preestablecidos y trasladarse a un ámbito puramente artístico, le ofrecían una nueva visión sobre el mundo. Una huida hacia lugares imposibles para ver reflejada una porción de la existencia, como si después de contemplar las obras surrealistas de Dalí y viajar a un subconsciente pintado uno comprendiese mejor ciertos aspectos de su cotidianeidad. El arte explica, narra, golpea, sacude, muerde y descubre, ya sea una verdad interior o exterior. El arte permite y legitima lo imposible, y es desde la quimera donde uno puede regocijarse y yacer resguardado.
Desde la antigüedad hasta nuestros días ha viajado la leyenda de la garra de acero de Arquímedes, una construcción enorme accionada mediante poleas y palancas que permitía aplastar a los barcos que asediasen Siracusa, una construcción mítica más que un simple instrumento bélico.
La Utopía de Tomás Moro, La Ciudad del Sol de Campanella y otras fantasías utópicas inspiraron a los renacentistas que, tutelados bajo el códice de Vitrubio, discurrieron modelos de ciudad ideal. Lucas Van Valckenborch pinto la mitológica Torre de Babel como si hubiese habitado en sus dominios. Muchos de los inventos de Leonardo Da Vinci fueron vistos como majaderías de un loco ocioso. Yona Friedman ha dibujado en diversas ocasiones lo que sería la ciudad del futuro, con un entramado de módulos ensamblados entre ellos que responde más a la viva imaginación del autor que a la viabilidad de su creación; Gabriel Figueroa, mediante la foto-composición, fragua construcciones inexistentes y solemnes; Ana Günter idea construcciones arquitectónicas de perspectivas imposibles basadas en la obra de Escher.
El artista siempre pretenderá transgredir las barreras que la materia y la lógica le imponen, crear espacios que aniden en su mente y, a poder ser, expelerlos al mundo. Desde este principio debemos entender los totémicos proyectos, muchos de ellos vistos como frivolidades de ficción, que genios como Leonardo Da Vinci, Arquímedes o arquitectos actuales como Norman Foster, han intentado llevar a cabo. Podría decirse que, mientras disciplinas como la pintura, la literatura o la música mantienen cierta libertad al poder expresarse mediante sus propios recursos, la arquitectura depende de escollos inexorables como la ley de la gravedad, el coste desproporcionado del material y de la mano de obra para desarrollar ideas o la funcionalidad exigida a muchos de los proyectos planteados. Con todo, de vez en cuando nos topamos con empresas monumentales que algún arquitecto con más de artista que de constructor está dispuesto a llevar a cabo y, del mismo modo en que se consideraba quimérica la máquina voladora diseñada por Leonardo y años después el hombre emprendió el vuelo, tal vez algunos de los proyectos de ciencia ficción que diversos arquitectos presentan puedan consolidarse y dejar el papel para cimentar sobre tierra firme.
Dubai se ha convertido en el paraíso de esos visionarios que ven en el despilfarro de las fortunas de los jeques del petróleo una oportunidad para llevar a cabo sus ideas más descabelladas. Al margen de la calidad artística que puedan encontrarse en los proyectos planteados para dicha ciudad y de la corrección ética de gastarse millones y millones de dólares en el capricho de un adinerado empresario, las torres colosas y vanguardistas conjeturadas son, cuanto menos, espectaculares.
Unos consideraran arte estas edificaciones y artistas a sus diseñadores, otros quizá vean sumas inadmisibles de dinero erigiendo antojos de un lunático. De todos modos, sea cual sea el pretexto y el medio, en el arte siempre se ha intentado ir un paso por delante, moldear y dar forma a ideas que sino quedarían sostenidas en el vacío. Y tal vez, actualmente, los avances tecnológicos y las grandes fortunas permitan construir y crear obras imperecederas que de otro modo reposarían en la ficción.
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